La escuela de vela en el fin del mundo
Misión e Historia
CEDENA nació en 2014 como una organización sin fines de lucro, con el sueño de educar a niños y jóvenes a través de los deportes náuticos. Hoy es la escuela náutica más austral del mundo, y la más cercana al mítico Cabo de Hornos.
Creemos que el mar es un maestro de vida: en él se aprenden habilidades y valores que permanecen para siempre. CEDENA es un lugar donde se navega, pero también un espacio para compartir, enseñar y aprender a convivir. Desde sus inicios ha sido un punto de encuentro para los jóvenes de Puerto Williams y para navegantes de todos los mares que llegan hasta este rincón del planeta.
“El mar no tiene caminos, pero todos los caminos llevan al mar.”
Salvador Reyes
Latitud 54°S
No exageramos al decir que CEDENA respira en uno de los rincones más singulares del planeta. El paisaje que la rodea no es un personaje secundario; es el protagonista.
Desde el centro de la escuela, hacia todos los rumbos cardinales, existe algún accidente geográfico, algún fenómeno meteorológico que la hace única.
Primero, el Viento, los 50 Rugientes… El viento aquí no sopla: embiste. No es aire, es músculo. Baja de las montañas y se enrosca en los canales. Este lugar es una de las pocas latitudes donde el viento es visible. A veces el viento toma un nombre, uno que es sinónimo de látigo, Williwow, y es ahí cuando las ráfagas alcanzan magnitudes irreales, y las velas se tuercen como hojas de papel.
Segundo, el Mar, ese que también llamamos Canal Beagle, Bahía de Puerto Williams, Seno Lauta o sala de clases…un agua de color indigo y plateado, un cuerpo frío. Este mar es el que nos ofrece la oportunidad de aprender y explorar. Es un espacio perfecto para navegar, pero también un maestro severo: nos obliga a mirar el cielo y a leer las nubes, siempre atentos a un cambio repentino.
Tercero, frente a la escuela se encuentra el Pontón Micalvi. Un lugar que respira con las voces de los navegantes que llegan de todos los mares, donde se mezclan los idiomas, las banderas y las historias. Es mitad muelle, mitad barco hundido, mitad refugio. Su reputación casi alcanza a la del Cabo de Hornos y no hay navegante que no haya escuchado sobre él. Tenemos la fortuna de tener al Micalvi como vecino. Allí, con los navegantes que se amarran, compartimos relatos y aprendizajes que enriquecen nuestra propia experiencia. El Micalvi no es sólo un pontón: es un símbolo vivo de la cultura marítima que inspira el espíritu de CEDENA.
Cuarto, hacia el interior de la isla, se alzan los Dientes de Navarino. Cumbres escarpadas que zigzaguean en el horizonte vertical. En las navegaciones y en las caminatas, nuestras miradas las buscan, porque para nosotros no son sólo rocas, sino que energía detenida. Son un recordatorio constante de que vivimos en un lugar donde la geografía no se somete a la línea, sino que se quiebra, se curva y se reinventa.
Quinto, por último, el Cabo de Hornos. Una isla donde la calma siempre es breve, una tierra mínima donde los océanos siempre son desmesurados. Para CEDENA, el Cabo de Hornos no es mito ni postal. En su presencia encontramos la inspiración para formar navegantes que sepan convivir con lo inmenso.
Voluntariado: Un círculo virtuoso.
Nuestro modelo se sostiene en un círculo virtuoso de aprendizaje, compromiso y retorno.
Creemos en una máxima sencilla: lo que alguien nos enseñó con generosidad, sentimos la responsabilidad y el orgullo de transmitirlo a otros.